Me estaba lavando los dientes frente al espejo, como
todos los días, cuando de repente mi perro, mi única compañía, comenzó a
ladrarle a mi reflejo. Ladraba de una forma muy aguda, y a cada ladrido daba un
pequeño paso hacia atrás, con el rabo bajo y las orejas hacia atrás. Me quedé
contemplando mi imagen. ¿Tan feo me había levantado aquella mañana?
-De modo que tu perro es capaz de ver mi reflejo -
Susurró entonces una voz a mis espaldas.
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